Disculpad que haya tardado tanto en actualizar. Hay algo que quiero comentar con respecto a la pasada Feria del Libro de Madrid, pero, aunque es importante, no es urgente, así que vayamos primero con lo urgente:
Los que seguís el Blog de Cat ya os habréis dado cuenta de que preparamos algo muy especial en Sevilla para fin de mes. Lo hemos llamado «Quedada de ángeles y demonios», y se anunció ya hace algunos días. Pero atended, porque esto es importante: HEMOS CAMBIADO EL DÍA. Por una serie de problemas ajenos a nosotros, el día 20 de junio no podrá realizarse el acto, que se hará el día 30 de junio, en el mismo lugar, a la misma hora. Es decir, 10 días después. Sabemos que el día 20 era viernes, y el 30, lunes, pero hemos tenido en cuenta también que para el día 30 la mayoría de la gente está ya de vacaciones, mientras que el 20 pillaba a mucha gente de exámenes todavía. Seguiremos informando sobre el acto en la web y en el Blog de Cat, pero recordad: quedamos el día 30 de junio en Sevilla, ¿vale? No el 20. Espero que el cambio de fecha no cause molestias a nadie y que, al contrario, sea un día más cómodo para mucha gente.
Y ahora, pasemos a la segunda cosa que tenía que decir hoy, que no es muy agradable, pero que tengo que decirla.
Es sobre la Feria del Libro de Madrid. El año pasado ya hablé de algunos problemas que causaron algunas personas en la cola y pedí que, por favor, no se volviera a repetir. Pero es que esta vez ha sido peor, bastante peor.
Intentaré explicarlo: no estoy obligada a ir a la Feria del Libro. Voy porque quiero, no es mi trabajo y tampoco me pagan las horas que estoy allí firmando. No estoy obligada a estar en la caseta más tiempo del que toca, y, por supuesto, tengo todo el derecho del mundo a firmar los libros que quiero, ni uno más, ni uno menos, y de escribir en ellos lo que me parece adecuado. De la misma forma, la gente que se pone en la cola lo hace porque quiere. Nadie les obliga a estar allí una, dos o cinco horas. Pero sí nos obligan a cerrar la caseta a la hora oficial de la feria. Nos hemos saltado la norma varias veces, y la última prometimos a la dirección de la feria que no volvería a pasar. Por eso, aunque estaba previsto que firmara de 11:30 a 13:30, y de 18:00 a 21:00, llegué antes y me fui después. Estuve firmando, al final, de 11:00 a 14:30 y de 17:00 a 21:30. Es decir, tres horas más de las que me correspondían, ocho en total. Y si no estuve más fue porque la feria cerraba a las 14:30 y a las 21:30, y había que cerrar el stand.
Me dijeron que tenía una cola de cerca de 700 personas. Me dijeron, también, que habían calculado que tardaba poco menos de un minuto en firmar cada libro (incluyendo el cómo te llamas, la firma y hasta la foto). Que, en total, debí de firmar unos 500 libros ese día. En ningún momento me levanté ni me detuve para nada, más que para ir a comer, y, de todas formas, la feria cerraba oficialmente a las dos y media, así que no había más remedio.
A pesar de eso, había gente (en su mayoría padres y madres) que se quejaba de que iba muy lenta, de que escribía dedicatorias larguísimas y de que firmaba muchos libros por persona. No tengo por qué dar explicaciones, pero lo haré: en primer lugar, creo que tengo el derecho de decidir lo que pongo o dejo de poner en una dedicatoria. Por otro lado, si tardo menos de un minuto en firmar un libro, ni voy lenta, ni las dedicatorias son largas. Y, además, estoy convencida de que la mayor parte de la gente que protesta preferiría que, al llegar su turno, le dedicase algo más de un minuto a su hijo/a que lleva tres horas en la cola, y que le pusiese una dedicatoria larga, y no un simple «Con cariño para Tal». Por otro lado, me maravilla que hubiese gente que se quejara de las dedicatorias largas, y después, una vez firmado su libro, protestara porque la dedicatoria es muy corta o poco original. Me gustaría ver a esas personas que se quejan firmando quinientos libros en un día. A ver si pueden firmar un libro cada minuto y poniendo una dedicatoria diferente en cada uno de ellos. Y no, no vale la excusa de que soy escritora. Mi trabajo es escribir libros, no firmarlos. Firmo libros porque sé que a mis lectores les hace ilusión, porque sé que es importante para ellos. Y lo hago con mucho gusto. Y, a cambio, no espero una gratitud eterna, pero sí un mínimo de respeto, hacia mí y hacia la gente que estaba a mi alrededor en el stand, intentando que todo funcionase bien, y que no tenían por qué aguantar las protestas, insultos y hasta las amenazas que les dirigió algún exaltado. Me gustaría recordarles a las personas que se quejaron que yo también soy una persona, no una máquina de estampar firmas. Que fui todo lo deprisa que pude de acuerdo con las circunstancias, y que al mismo tiempo me esforcé por tratar de hacer la firma un poco más personal, sonriendo y saludando a los lectores que llegaban hasta mí. Porque a nadie le gusta que le traten como una máquina o como una cosa, sino como una persona, y cada uno de los chicos y chicas que fueron a firmar es importante y especial. Por eso, lamento mucho no haber podido dedicaros más que unos minutos a cada uno. Y por eso lamento que la gente se quejara de que la cola iba lenta. Si iba lenta, no es porque yo me eternizara al firmar, sino porque había demasiada gente, cosa que cualquiera que pasara por allí en ese momento podía ver. Y ojalá hubiese ido más lenta. Señal de que podría haberle dedicado a cada una de las personas que vinieron a firmar el tiempo que merecía, y no solamente un par de minutos.
También me maravilla que hubiese gente que se quejara de que firmaba demasiados libros. Empecé firmando tres por persona, luego dos, y por la tarde, en vistas de la gente que había, sólo uno. Había quien protestaba que firmaba ocho libros, pero eso no es verdad. Yo no tengo la culpa de que haya gente que venga con muchos libros y que los reparta entre los miembros de su familia. Si alguna vez he firmado ocho libros, es porque he firmado dos que traía el padre, dos que traía la madre, dos el hermanito y otros dos, por fin, que llevaba el dueño de los ocho libros. ¿Picaresca? Sí, pero no podemos hacer nada al respecto. Después de todo, ellos han hecho la cola igualmente, o, al menos, eso es lo que decían cuando les señalábamos que traían muchos libros. Algunos, incluso, me decían que era para otra persona que se llamaba igual. No sirve de nada que le digas a alguien que, si le firmo cuatro libros a la misma persona, otras tres se están quedando sin firma. Y es otra de las cosas que me sorprenden de las escenas que se vivieron el domingo pasado en la cola: la poca solidaridad de algunas personas, la hipocresía de otras que se quejaban de que firmaba muchos libros y luego me hacían firmarles a ellos seis, y el poco valor que se le concede a mi firma. De acuerdo, hay gente que pasa muchas horas en la cola esperando una firma. Pero, si la firma fuera de verdad tan importante, la mayoría de la gente se conformaría con tener un libro firmado, uno solo; con eso bastaría, en lugar de traerme toda la colección, de repartirla entre toda su familia o su grupo de amigos para saltarse la norma del máximo de libros, quitándole así la oportunidad de tener un solo libro firmado a otras personas a las que, por llegar más tarde, no les dio tiempo a firmar. Insisto, esto no es culpa mía, y mucho menos, de la gente del stand. Si hay quien se aprovecha, si hay quien se cree muy listo porque nos ha burlado, allá él, o ella, con su conciencia. Pero, por lo menos, que no tenga el valor de protestar si la cola va lenta, si las dedicatorias son cortas o si firmo muchos libros.
Y, además, me sorprende que, después de avisar varias veces «la cola se corta aquí porque no dará tiempo de firmarlos a todos», después de que la gente siguiera haciendo cola a pesar de nuestros avisos «por si acaso», después de que fuera claro y evidente que el horario era el que era… aún se quejaran de que no pudiera firmar a todo el mundo. Cerca de setecientas personas en la cola, a libro por persona, a minuto por libro… calculad cuánto tiempo habría necesitado, como mínimo, para firmarlos todos, y entended por qué me parece injusto, y hasta absurdo, que la gente proteste porque no he llegado a más.
Sé que ese día hacía frío. Sé que hubo gente que pasó mucho rato en la cola, que incluso se quedaron allí a la hora de comer. Lo sé, y lo siento, siento no dar más de mí, no poder firmar más deprisa ni poder quedarme más horas. Es más: por la noche, cuando la feria cerró, salí del stand y firmé, sentada en un banco, a la gente que se había quedado. Y es todo cuanto puedo hacer. Y seguiría echándole horas, y ganas, si no fuera porque cada vez es más desagradable. Broncas, protestas, insultos y hasta amenazas. Sé que no son todos, pero cada vez son más. Que tenga que venir a buscarme la gente de seguridad a las dos y media, porque había quien amenazaba con seguirme hasta el lugar de la comida para obligarme a firmarles el libro; que haya quien amenace con denunciarnos por la sola razón de que cerramos el stand cuando lo ordena la normativa; que haya quien, en definitiva, monte bronca, proteste, insulte y muestre una total falta de respeto hacia la gente de la cola, hacia la gente del stand o hacia mí misma, porque sí; que mi editor tenga que aguantar que un padre le suelte «que te den», así, porque sí, y que, en suma, haya quien piense que tengo la obligación de firmar a todo el mundo, de quedarme sin comer o incluso sin dormir para que nadie se vaya sin firma, y que luego encima no se queden satisfechos con la dedicatoria… es más de lo que puedo tolerar, lo siento mucho.
Quiero agradecer de corazón a la gente que estuvo en la cola y que no causó problemas. Gracias por esperar, por aguantar, por portaros como jabatos y por tener la paciencia y la educación que otras personas no tuvieron. Ojalá pudiera dedicaros el tiempo que merecéis. Siempre he tenido la mejor intención y me he esforzado muchísimo por vosotros, pero con gente como la que pululaba por la cola el domingo pasado, no se puede, de verdad que no. No soy sólo yo; la gente del stand se quedó muy quemada por la grosería y la mala educación de algunas personas. Ni ellos ni yo tenemos por qué aguantar esto, por lo que, por el momento, y mientras las cosas no mejoren, y mientras algunas personas no aprendan buenos modales, yo no puedo volver a la Feria de Madrid. Y me da pena, porque me encanta, pero qué le vamos a hacer. Es muy frustrante que algunas personas no valoren el esfuerzo, sino que encima te echen en cara que no haces bastante, y encima de malos modos. Gracias, de nuevo, a toda la gente maja con la que me encontré en la feria; espero que volvamos a vernos, en mejores circunstancias.
Y esto es todo. No suelo publicar entradas tan largas en la web, y tampoco suelo estallar así a menudo, pero tenía que decirlo, porque no puedo quedarme callada. Ya me tragué mis opiniones el día de la firma, porque discutir no habría solucionado nada, y, además, no podía perder unos minutos preciosos de firma tratando de hacer entrar en razón a quien no quiere razonar. Así que, he aquí mi exabrupto; os prometo que intentaré que no vuelva a repetirse, pero insisto, no podía quedarme como si no hubiese pasado nada.
Traeré mejores noticias la próxima vez, lo prometo. Paz y armonía a todos.