Ficha de la obra
Título: Octavio y el hijo de la sombra.
Escrito: En 2003
Publicado: No.
Comentarios: Esta es la primera entrega de lo que iba a ser una nueva saga. Escribí el primer libro y lo envié a la editorial SM junto con la primera parte de Memorias de Idhún. Les gustó mucho más Idhún, de modo que ese fue el proyecto en el que me centré. Me tuvo ocupada durante los años siguientes, y cuando lo acabé tenía otras muchas historias en la cabeza. Así que este libro se quedó en un cajón porque, aunque la trama de este primer libro está cerrada, tiene un final abierto porque hay una historia general que debía desarrollarse en entregas posteriores. Otra curiosidad: con 21 años escribí una novela titulada Los hijos del sol negro, que era otra versión de la historia de Octavio, y que tampoco llegó a publicarse. Ahí sí que estaba toda la trama desarrollada, pero muy mal desarrollada, para ser sincera :D. Me gusta más el enfoque de Octavio y el hijo de la sombra, aunque no llegara a continuar la saga.
Capítulo 10: ¿Dónde está Pat?
Octavio no podía estudiar.
Dani, Pat y él se habían quedado un rato más en la biblioteca, pero no habían sacado nada en claro. Sí, en algunos aspectos la historia de Borja se parecía al cuento de “La Muerte madrina”, pero… ¿qué quería decir eso?
Octavio tenía que regresar pronto a casa aquel día, porque su padre no quería que pasase mucho tiempo fuera de momento, así que los tres amigos tuvieron que despedirse hasta el día siguiente. Octavio le había prometido a Pat que intentarían averiguar más cosas, pero la chica estaba muy callada y alicaída, y eso no era normal en ella. La idea de que su hermana pudiera haberse visto involucrada en un oscuro y siniestro cuento de hadas no le gustaba en absoluto, pero no podían hacer nada más, por el momento.
Octavio se había llevado el volumen de los Cuentos de Grimm a casa y había vuelto a leer el relato varias veces, pero no había sacado nada más en claro. Ahora, el libro descansaba en una esquina de su mesa y Octavio estaba tratando de hacer los deberes de matemáticas, pero no lograba concentrarse.
Y lo peor de todo era que, en el fondo, sabía que podía olvidar fácilmente aquel cuento y centrarse en sus deberes, si quería.
Pero es que no era aquello lo que le preocupaba.
Llevaba un buen rato pensando en Pat, y no sabía por qué. Tenía el presentimiento —totalmente irracional, eso sí— de que, por alguna razón, su amiga estaba en grave peligro. “Qué tontería”, pensó. Apartó aquellos pensamientos de su mente, porque no eran lógicos.
Y entonces recordó a Dani, su gran imaginación y su extraordinaria intuición, de la que tanto se fiaba, y que tan pocas veces le había fallado. La lógica de Octavio era útil de vez en cuando, pero Dani actuaba por instinto, y normalmente le solía funcionar.
“Una intuición”, pensó. “Como las de Dani”.
No perdía nada saliendo de dudas. Se levantó y fue hasta el salón para llamar por teléfono a Pat y asegurarse de que estaba bien.
Se puso Cris.
—¿Diga?
—Hola, ¿está Pat?
—¿De parte de quién?
—Soy Octavio.
—Ah, hola. No, Pat se ha marchado hace un rato. Dijo que había quedado con vosotros —añadió, extrañada.
—Pero si nosotros no… —empezó Octavio, pero se calló a tiempo—. ¡Anda, sí, es verdad! —mintió—. Qué despistado soy, lo había olvidado. Muchas gracias.
Octavio colgó el teléfono y respiró hondo un par de veces antes de descolgar de nuevo y llamar a Dani.
Pat sabía que aquello que estaba a punto de hacer era absurdo, pero sencillamente se veía incapaz de quedarse en casa. No podía sentarse a esperar a que las cosas se solucionasen solas. ¿Y si era verdad que Borja era el protagonista de una nueva versión del espeluznante cuento de “La Muerte madrina”? ¿Y si la muerte rondaba en torno a él? ¿Podría llegar a alcanzar a su hermana Cris? En cualquier caso, no parecía bueno. Nada bueno.
Pat nunca había tenido muy buena memoria, pero sí recordaba a la perfección el itinerario que tenía que seguir para llegar hasta la consulta de Borja. No tenía muy claro qué era lo que quería hacer allí, pero necesitaba volver. Pretendía espiarlo de nuevo, sí, y tal vez de esa manera lograra descubrir más pistas acerca de su misterioso don…o maldición.
Pat no se dio cuenta de que la seguían hasta que se internó por el barrio marginal en el que se hallaba el local de Borja. Inquieta, se dio la vuelta un par de veces, pero no llegó a ver a nadie tras ella. “Qué tontería”, se dijo. Era aquel lugar. O tal vez aquel cuento. Todavía tenía clavada en la memoria la imagen de la Muerte agarrando por los cabellos al joven médico que contemplaba, impotente, cómo se iba apagando la vela de su vida. Aquella ilustración era una de las más impactantes del libro. Pat sabía que en otras circunstancias no le habría parecido tan grave. Pero no podía evitar imaginar la escena con el rostro de Borja en lugar de los rasgos del médico.
O el de su hermana Cris.
Por fin llegó a su destino, pero comprobó, decepcionada, que la persiana estaba bajada, y la consulta, cerrada a cal y canto. La calle donde el día anterior hacía cola un grupo de enfermos estaba ahora completamente desierta.
De todas formas, Pat se acercó a curiosear. Dio una vuelta por la calle y estudió con atención los interfonos del portal de al lado, por si veía el nombre de Borja junto a alguno de los botones. Pero no lo vio.
Decepcionada ante el fracaso de sus pesquisas, decidió regresar a casa. Dio media vuelta para enfilar en dirección a la parada de metro… y se topó con una sombra alta y oscura que estaba justo tras ella.
Pat lanzó una exclamación de sorpresa, pero su voz fue ahogada por una mano que le tapó la boca para que no pudiera gritar.
Apenas una hora más tarde, dos figuras recorrían aquella misma calle en dirección a la consulta de Borja.
—¿Tú crees que hacemos bien? —preguntó Octavio, dudoso.
—Seguro, tío —replicó Dani categóricamente—. Si lo que has tenido es una especie de premonición, Pat sólo puede haber venido aquí. ¿Por qué, si no, mentiría a su hermana para salir?
—Puede ser que quisiera hacer algo y no la dejasen…
—¿Como qué? Estaba muy preocupada esta tarde, Octavio. No creo que tuviera ganas de juerga. Ha salido para averiguar más cosas de ese tal Borja, seguro.
—¿Y por qué aquí? ¿Qué te hace pensar que no ha vuelto a la biblioteca?
—¿Pat, a la biblioteca? —bufó Dani—. Eso lo harías tú, Octavio, no ella. Pat es una chica de acción, ya lo sabes. No creo que se le dé bien eso de rebuscar entre los libros.
Se detuvieron ante la consulta de Borja.
—Cerrado —observó Octavio—. Y no hay un alma.
—No lo entiendo —murmuró Dani—. Si no está aquí, ¿a dónde puede haber ido?
—Quizá haya vuelto a casa y nos hayamos cruzado sin darnos cuenta… —empezó Octavio, pero calló, alarmado, al ver que Dani se acercaba al local con fines poco claros—. Eh, un momento. ¿Qué se supone que vas a hacer?
Dani no respondió. Sin hacerle caso, llamó repetidas veces a la persiana, amando un escándalo considerable:
—¡Eh! ¡Eeeeehh! ¡Hola! ¿Hay alguien en casa?
Octavio lo agarró del brazo.
—¿Te has vuelto loco?
—¿Quién está haciendo tanto ruido? —tronó una voz femenina desde lo alto.
Los dos chicos levantaron la cabeza y vieron a una mujer asomada a una ventana.
—¡Venimos a la consulta! —explicó Dani, sin cortarse un pelo.
—El doctor no atiende los miércoles —replicó ella, de mal humor—. Así que dejad de dar golpes y largaos de una vez.
La ventana se cerró. Dani y Octavio se miraron y se encogieron de hombros. Después, lentamente, dieron media vuelta para volver a casa.
—¿Sabes una cosa? —comentó Dani—. Puede que tengas razón, y Pat ya haya vuelto a casa. Y si eso que has tenido no era una premonición, yo en tu lugar empezaría a preocuparme.
—¿Por qué?
—Porque eso querría decir que te estás volviendo tan paranoico como yo.
Pero resultó que al día siguiente Pat no acudió a clase. Su asiento en la primera fila estaba vacío. Cuando, transcurrida la primera media hora de clase —un tiempo más que prudencial para descartar la posibilidad de que la chica se hubiese retrasado—, Pat seguía sin aparecer, Dani y Octavio cruzaron una mirada significativa.
En el cambio de clase, Octavio se dirigía al pupitre de Dani para comentarlo con él, cuando llegó Antonio, su tutor. Algunos niños lo miraron extrañados, ya que no les tocaba clase con él. Otros no se percataron de su presencia. Los cambios de clase siempre solían ser un poco caóticos. Los niños aprovechaban para hacer mil cosas, a cual más peregrina, mientras llegaba el profesor de la asignatura correspondiente.
Octavio fue de los que no notaron que Antonio acababa de entrar. O, al menos, no lo notó hasta que el propio Antonio puso una mano sobre su hombro.
—¿Octavio? ¿Podemos hablar un momento?
Octavio lo miró, indeciso. Dani había acercado y los observaba con curiosidad. Antonio reparó en él.
—Tú también, Dani, si no tienes inconveniente.
Dani ladeó la cabeza y se lo quedó mirando, pero no dijo nada. Los dos chicos siguieron a su tutor hasta el pasillo.
—Ha llamado por teléfono la madre de Pat —les dijo Antonio sin rodeos—. Dice que su hija no volvió ayer a casa.
—¿¡Qué!? —se le escapó a Octavio.
—Su hermana dice que ayer por la tarde estuvo con vosotros. Pero no tenían vuestro teléfono, así que no hemos podido avisaros hasta hoy.
—Pero… —empezó Octavio.
—Sí, estuvo con nosotros —cortó Dani—, pero nos despedimos a eso de las ocho, y ella se fue a su casa. No hemos vuelto a verla.
—¿Creéis que puede haberse escapado?
Dani se encogió de hombros.
—Quién sabe. La verdad es que no teníamos mucha relación con ella, ¿sabes?
—No, eso es verdad —admitió Antonio—. Sé que estabais con ella cuando chocó contra el andamio, pero sabía que no erais amigos. De todas formas, fuisteis los últimos en verla ayer por la tarde, y supongo que la policía querrá haceros algunas preguntas al respecto.
—Por mí, de acuerdo —respondió Dani, muy tranquilo.
Octavio no pudo más.
—¿Te quieres callar ya? —estalló—. Esto es serio, Dani. No sabemos qué le ha pasado a Pat, tú sabes perfectamente que no se ha escapado de casa. ¿Y si le ha ocurrido algo malo? Esto no es un juego: tenemos que contar todo lo que sabemos.
Dani lo miró, herido.
—Vale, está bien, entonces habla tú —refunfuñó.
Antonio los miraba, bastante perplejo. Octavio vaciló antes de explicar:
—Nosotros no fuimos los últimos en ver a Pat. Quedamos con ella después de comer y fuimos a la biblioteca, pero a eso de las seis y media ya estábamos cada uno en nuestra casa. Luego, sobre las siete y media, llamé a casa de Pat, y su hermana me dijo que había salido porque había quedado con nosotros. Pero no era verdad.
—¿Quieres decir que Cris os mintió?
—No, quiero decir que fue Pat la que mintió. Y yo le seguí la corriente.
—Comprendo. No querías delatarla. ¿Qué pasó después?
—Nada. Ya te he dicho que no había quedado con nosotros, así que no la vimos esa tarde. En realidad… —añadió, titubeando—, fuimos a buscarla al sitio donde pensábamos que había ido, pero no la encontramos allí.
—¿Qué sitio era ese?
Dani miraba a Octavio, como suplicándole que no dijera nada, pero Octavio no podía quedarse callado. Pat había desaparecido, y cualquier pista podía ser crucial para encontrarla.
—A Pat no le caía bien el novio de su hermana —confesó—. Pensaba que no era buen tipo, así que de vez en cuando… lo espiaba. Bueno, lo espiábamos —se corrigió, un poco de mala gana—. Ese chico… Borja, se llama… tiene una especie de local a las afueras de la ciudad. Una vez lo seguimos hasta allí. Así que pensábamos que Pat había vuelto al mismo sitio, pero ayer fuimos y no la vimos.
—Ya veo. Bueno, volved a clase, que María Dolores acaba de entrar. Les diré a los padres de Pat lo que me acabáis de contar, pero seguramente querrán hablar con vosotros personalmente. Así que estad localizables, ¿vale?
Los dos chicos asintieron, con un nudo en la garganta. Cuando volvieron a entrar en clase, ninguno de los dos fue capaz de concentrarse en el tema de aquel día. Se ganaron más de un comentario sarcástico por parte del Ogro, pero a ninguno de los dos les importó.
No podían dejar de pensar en Pat, y no podían evitar preguntarse si el siniestro Borja estaba detrás de todo aquello.
Pasaron un par de días más, y Pat seguía sin aparecer. Pronto se corrió la voz, y la familia de la niña empezó a repartir carteles con su foto por el barrio. Dani y Octavio fueron interrogados varias veces, y en todas contaron la misma versión: que habían estado espiando al novio de Cris. Pero, sin haberse puesto de acuerdo previamente, los dos sabían qué cosas no debían contar. Por eso en ningún momento hablaron de los extraños poderes de Borja, ni del cuento que habían encontrado en aquel libro. Al fin y al cabo, sólo eran niños. A nadie le extrañó que hicieran la tontería de seguir a Borja. No era más que una chiquillada.
El barrio en el que se hallaba la consulta fue registrado minuciosamente. La mujer que se había asomado a la ventana aquella tarde reconoció que dos chicos habían estado armando escándalo, y su testimonio coincidía con el de Dani y Octavio. Otro vecino dijo haber visto a una niña de pelo corto y unos doce o trece años rondando por la calle entre las siete y las ocho.
Parecía claro que la intuición de Dani y Octavio había sido correcta, y que Pat había estado allí la tarde de su desaparición. Como su pista se acababa allí, Borja fue interrogado también. Nadie dijo una palabra acerca de su actividad de curandero. En el interior de aquel bajo sólo había una mesa, una silla, una camilla y una lámpara que daba poca luz. Nada de instrumental, ni libros de medicina, ni nada que se le pareciese. Borja no los necesitaba.
Ni Dani ni Octavio lo delataron. Simplemente dijeron que lo habían seguido hasta allí, pero que no habían visto el interior del local. Y tampoco los vecinos del barrio hablaron de las curaciones milagrosas. Dijeron que era un chico serio, pero amable. Y que iba al local a estudiar por las tardes. Iba para médico, dijeron.
Tuvieron que dejar libre a Borja, porque no tenían pruebas de que él hubiese secuestrado a Pat. Juraba una y otra vez que no la había visto aquella tarde, y Dani y Octavio sospechaban que era verdad.
Pero, si Borja no tenía nada que ver con la desaparición de Pat, ¿dónde estaba ella?
Una mañana, al salir de clase, Cris se acercó a los dos amigos.
—Tengo que hablar con vosotros —les dijo, muy seria.
Dani enrojeció inmediatamente, tragó saliva y desvió la mirada, azorado. Octavio suspiró y asintió.
Siguieron a Cris hasta el parque cercano, y fueron hasta un banco, no lejos de aquel en el que, semanas atrás, Dani y Octavio se habían sentado justo después del accidente del andamio.
La chica los hizo sentarse y los miró con cara de pocos amigos.
—Me gustaría saber —exigió— a santo de qué estabais espiando a mi novio.
Octavio miró a Dani, pero este seguía con la mirada hundida en el suelo y más rojo que un tomate. Hizo de tripas corazón y se resignó a enfrentarse a la hermana de Pat.
—Pat nos lo pidió —dijo, mirando a Cris a los ojos.
—¿Ah, sí? ¿Y se puede saber por qué?
—Estaba preocupada por ti —explicó Octavio, molesto por el tono agresivo de ella—. Pensaba que Borja no era una buena persona.
Cris puso los ojos en blanco. Estaba furiosa, pero no sabía si debía estarlo con su hermana o con aquellos dos chicos. Por otro lado, no era capaz de enfadarse con Pat, ahora que ella no estaba. Se mordió el labio inferior. La preocupación por su hermana era más intensa que la irritación que pudiera sentir, y no pudo evitar que los ojos se le llenasen de lágrimas.
—Oh, esta Pat… ¡será tonta! Borja es un buen chico. No entiendo por qué…
—No es como los demás —cortó Octavio, muy serio, mirándola a los ojos.
Cris palideció de golpe.
—¿Qué… qué has querido decir con eso?
Por fin, Dani fue capaz de levantar la vista del suelo.
—Sabemos lo que hace —dijo en voz baja—. Sabemos que puede curar a la gente. O adivinar cuándo van a morir.
Cris jadeó, anonadada, y retrocedió un par de pasos.
—¿Cómo sabéis…? Es decir, ¡eso no es verdad!
Parecía realmente asustada. Octavio la miró con simpatía.
—Te vimos en una conferencia. Preguntaste algo que nos llamó la atención. ¿Te acuerdas?
Cris los miró de nuevo, tratando de recordar. Finalmente se dio por vencida. Estaba claro que no se había fijado en ellos.
—Sólo he ido a una conferencia últimamente —dijo—. Una sobre fenómenos paranormales.
—Esa misma —dijo Octavio—. Luego Pat nos dijo que Borja la había curado, y no tuvimos más que atar cabos. Es verdad que Borja tiene poderes especiales, ¿no? ¿Puede hacer eso? ¿Curar a la gente y adivinar quién va a morir?
—Sí —confesó Cris débilmente—. Pero él no es mala persona. Utiliza su don para curar a la gente.
—Y a los que no cura… ¿cómo sabe que no los puede curar? ¿Cómo sabe que van a morir? —preguntó Dani, interesado.
—No lo sé, yo… se lo he preguntado alguna vez. Dice que ve algo en ellos. Junto a su hombro. O junto a su cabeza, no estoy segura.
—¿Algo como qué?
—Como una sombra. —Cris se dejó caer sobre el banco y enterró el rostro entre las manos, desolada—. No sé cómo es. Yo nunca lo he visto. Pero a veces, Borja ve una sombra junto a las personas, y cuando la ve, eso quiere decir que esa persona va a morir. Como… —se interrumpió y se mordió el labio inferior, indecisa, sin atreverse a continuar.
—Como Valentín, el profe de sociales, ¿verdad? —susurró Octavio, estremeciéndose—. Él lo sabía.
—Me dijo que Valentín tenía la sombra —murmuró Cris, a punto de estallar en llanto—. Y al día siguiente murió.
Sobrevino un silencio. Cris empezó a llorar suavemente. Dani y Octavio cruzaron una mirada.
—Pero os juro que Borja es una buena persona —insistió Cris—. Él nunca le haría daño a Pat.
—¿Ni siquiera para evitar que descubriera su secreto? —preguntó Dani con cierta brusquedad.
—¡Claro que no! —replicó Cris, horrorizada.
Dani fue a decir algo, pero Octavio le dio un codazo y negó con la cabeza. Dani se guardó para sí lo que pensaba al respecto, pero le dijo a su amigo en voz baja:
—Creo que diste en el clavo, Octavio. Me parece que Borja es exactamente lo que sospechábamos.
—¿El qué?
—¿Qué va a ser? El médico del cuento. El que veía a la Muerte junto a los enfermos. Y yo tenía razón, ya no es un esqueleto con guadaña. Es una sombra, algo que está ahí y a la vez no está.
—¿De verdad crees eso? —preguntó Octavio, dudoso—. A mí me parece un poco raro.
—Pero es la única explicación que tenemos —insistió Dani—. Piénsalo. Si ese cuento fuera real… si hubiese sucedido… eso quiere decir que la historia puede repetirse. Puede que haya vuelto a pasar ahora, en nuestros días, en nuestra ciudad. Y que Borja sea un nuevo Ahijado de la Muerte.